por Loreto Cerda, Arquitecto | Universidad de Chile
Dipl. de coordinación BIM | iBIM Chile
Dipl. en Arquitectura Sustentable | Pontificia U. Católica de Chile
Imagen desarrollada por AI
La densificación en zonas rurales y periféricas de las ciudades plantea un desafío creciente frente al fenómeno de expansión urbana. Este proceso, cada vez más común y problemático, tensiona la relación entre el paisaje natural y las funciones urbanas esperadas en los espacios habitables. La transformación de estos entornos, rica en paisajes naturales, ha sido impulsada principalmente por el aumento del trabajo remoto, que ha incentivado la migración desde los grandes centros urbanos hacia regiones en búsqueda de una mejor calidad de vida.
En este contexto, los arquitectos enfrentan un desafío que no es menor. Proyectos de densificación, desde condominios privados hasta loteos en comunas pequeñas, implican decisiones que van más allá del diseño físico. Estos encargos no solo abordan la ocupación del territorio, sino también la manera en que se transforma y se habita el paisaje. La planificación urbana en estas comunas, muchas veces limitada en su capacidad de anticipar el crecimiento acelerado, pone en evidencia la necesidad de reflexionar sobre cómo crecer sin desmedro del entorno natural.
La urbanización apresurada, a menudo impuesta sin una planificación adecuada, produce paisajes genéricos y desproporcionados que contradicen las bondades inherentes del territorio. Desde esta perspectiva, el diseño arquitectónico y urbano debe ser un proceso cuidadoso y prolongado. Este tiempo no solo permite abordar los requerimientos técnicos y administrativos de los proyectos, sino que también invita a una reflexión más profunda sobre el rol del arquitecto en diversas escalas.
Elementos aparentemente simples como una vereda, un poste o la distribución de lotes son piezas fundamentales en el diálogo material y visual con el paisaje. La "imagen urbana" tradicional, rígida y dominante, debe ser repensada, cediendo lugar a un escenario que priorice la integración natural con beneficios implícitos de lo urbano.
El desafío es imaginar un cotidiano que fluya con el entorno, con estructuras que fomenten la movilidad, el descubrimiento y el encuentro. En lugar de replicar la densidad y complejidad de las grandes ciudades, estos nuevos desarrollos deben ofrecer espacios donde la amplitud visual, la libertad de movimiento y el contacto con el paisaje sean protagonistas. Solo así es posible dar respuesta a las nuevas dinámicas de ocupación, resetando el territorio y asegurando una calidad de vida sostenible.
Repensar la urbanización no solo es un deber técnico, sino también ético. La forma en que habitamos el mundo debe ser coherente con la necesidad de preservar y dialogar con los paisajes que nos rodean, reconociendo su valor intrínseco como parte de nuestras vidas y nuestras ciudades.
Que buen articulo, felicitaciones Loreto!